Pues sí, fui capaz de imaginar un poema escrito
en las hojas de una encina centenaria que lo había visto todo,
pero nunca pude pensar que un rocío tempranero y canallesco
borrara las esencias de tanto sentimiento expuesto,
posiblemente, en el árbol que mejor abraza a los enamorados
que frecuentan sus sombras generosas.
Aquel poema que escribí en una noche eterna, sin fin, no lo pudiste leer,
el rocío, por una vez, no fue el esperado cómplice de mi amor…
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