Le cogí el abrigo, le aparté la silla,
le serví la copa, le encendí el pitillo,
me senté en la mesa, ella al otro lado,
me sonrió en aprecios y me bajó el cielo.
Se magnificó todo el ambiente, la miré,
la cubrí de silencios amorosos,
le cogí la mano entre las mías,
me miró, la besé, nos besamos,
y ahora… ya hablan los silencios.
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