Vaya hombre, a veces pienso que uno debería tener en la juventud la experiencia que dan los años que, como mínimo, te hacen ducho en la reflexión, pero también es cierto que se perdería el encanto de la ternura y la perturbación precipitada de aquella juventud, que nunca tiene suficiente de nada y parece que le urge sin mesura la consecución de todos sus objetivos. Hay un tiempo para cada cosa, dicen…
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