A cuarenta grados sólo piensas en andar descalzo por encima de un césped con rocío y si, al mismo tiempo, te acaricia una lluvia fina abres los brazos y miras al cielo como pidiendo subir a los orígenes de una temperatura más racional. He aprendido a andar por las sombras, las conozco todas, las deseo… y las hay incluso con bancos para el oportuno descanso del paseo de cada día. A cuarenta grados, agua fresca, sombra y paz, un libro y un buen amor, y un café claro…
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