La suavidad, la placidez, la calma de la noche
donde se serena hasta el alma.
La finura de una sonrisa noble,
la dulzura de un beso suave y profundamente sentido.
La contemplación del mar, con un ligero oleaje,
a merced de una suave brisa de otoño.
Un paseo por el bosque con la parada obligatoria
para poder rendir la pleitesía que merecen los romeros en flor,
que suelen ser vecinos de los tornillos y de las lavandas.
La suavidad, la placidez, el buen gusto
y el amor por el sentido de la vida.
Pues eso, amor la vida…
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